Escrito en apenas 3 cortas semanas en abril de 1951, en interminables noches regadas de café cargado, anfetas y el jazz de Charlie Parker, ‘On the road’ apareció -no sin dificultades- en las librerías norteamericanas en 1957 e instantáneamente se transformó en la biblia de la generación Beat, ese grupo de acelerados, locos y sucios poetas libres; jóvenes de post-guerra, disconformes del ‘American Way of Life‘ y el aburrido conformismo al que invitaba el nuevo capitalismo liberal estadounidense: la casa con antejardín, los dos hijos y el perro.
Esta fue la genial generación que antecedió a los hippies y los movimientos estudiantiles sesenteros en la búsqueda de la vía alternativa. Los verdaderos rupturistas que alentaron a la camada siguiente.
Kerouac inspiró su prosa espontánea en una carta que le escribió su loquísimo y semi-delincuente amigo Neal Cassady -de 9 páginas, sin puntos, comas ni mayúsculas- donde le relataba aceleradamente algunas aventuras que había vivido durante sucesivos viajes a dedo desde Nueva York hasta San Francisco, escapando de la policía o persiguiendo a alguna mujer.
Después de eso, el bueno de Jack salió a la carretera en busca de una vida así de libre, ávido de ver y vivir, de encontrarse con los misterios que la vida tiene preparado para nosotros cuando nos atrevemos al despojo. ‘On the Road’ es el resultado de esa experiencia, 7 años de intensos periplos por Estados Unidos y México, repletos de droga, sexo, alcohol, letras y música.
Portada del libro Itinerario del trayecto Kerouac durante el viaje
Más allá de la idea romántica que genera la idea de viajar con los amigos en destartalados autos, escuchando jazz, bebiendo y metiéndose cuanta sustancia se les cruzara, durmiendo en hoteluchos baratos para mendigos y seduciendo jovencitas con sus labias de poetas (algunos como Ginsberg, hacían lo mismo con jovencitos), para luego plasmarlo todo en miles de papeles sueltos esperando que algún día se conviertan en libros; ‘On the road’ es también una oda a la idea del errar constantemente, de vagar y no estarse quieto nunca, de la carretera como el extraño dispositivo que te puede dejar en cualquier parte, sólo si te lanzas a ella. De abrir los ojos y descubrir que el mundo es mucho más que tu metro cuadrado cotidiano.
Y es también un elogio del inmenso paisaje norteamericano, que Kerouac describe con sugerente detalle, como admirándolo petrificado. Su rasgado territorio noreste, repleto de ríos y lagos helados; la húmeda calidez del sureste, con sus praderas, pastizales y pantanos; las amplias -muy amplias- pampas centrales, repletas de hondos y místicos cañones; el desierto del Mojave, con su magnetismo inexplicable y sus ciudades levantadas en medio de la nada; la costa oeste, repleta de playas con inolvidables puestas de sol en el mar; los eternos bosques de California y Oregon; los enormes trigales del norte central. Diversidad y maravilla, el mundo mismo en algunos miles de kilómetros.
‘On the road’, además de ser un imperdible para cualquier amante de la literatura, lo es también para quienes aprecian la vida al aire libre y esa loca idea que todos tenemos, por muy escondida que esté, de algún día cortar con todo, salir a la carretera y mirar el mundo con los ojos propios.
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Texto: Gonzalo Schmeisser