10 Ciudades 10 Arquitectos | Capítulo 5: Saudade de você, São Paulo

 

10 CIUDADES 10 ARQUITECTOS

Capítulo 05: Saudade de você, São Paulo

por Tatiana Bravo  

 

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De la escala de las cosas

Recuerdo el día en que São Paulo realmente se metió en mi corazón, domó mi alma, y me transformó en un animal urbano. Fue un domingo en la tarde, que caminé desde mi casa al Parque Ibirapuera la tarde toda. Seis cuadras, Avenida Paulista, cuatro más, comer en los chinos, diez cuadras más, ipês en flor: el árbol de Brasil.

Descubrí el milagro del bipedismo. Y entonces empecé a medir las cosas con mi propio cuerpo, mis pasos, mi altura cuando estiraba los brazos hasta el cielo para alcanzar la punta de los edificios. Todo es enorme en São Paulo.

Laguna del Parque Ibirapuera

Hace un tiempo, conversando con un amigo, me preguntó por mi paso por ahí. Le hablé de la escala, de los hombres y mujeres que parecían hormigas en la inmensidad de las construcciones, y de que hasta el día de hoy, firmemente creo, que el cielo allá es más amplio que en el resto del mundo. Todo lo que está en él es igual de inmenso y majestuoso: vi nubes enormes -arrumadas como las copas de los árboles de la mata atlántica-, de las que caían gotas de lluvia. Goterones. Por las tardes cálidas y las noches frescas la luna se sentía más cerca de la curva de la tierra. No miento. 

Pasados los días, lunas y meses, entendí también otra cosa: y es que todo parece enorme en São Paulo, pero a simple vista. Pero también, en la que sería la primera de las muchas casas en las que viví, conocí el lado secreto de esta ciudad que engaña a quien no la conoce y me encontré con pequeñas cosas, pequeños recovecos, todo lo que puede caber entre dos o tres edificios de treinta pisos.

Edificios cerca de la Rua Frei Caneca, Bela Vista | Vista desde mi ventana

2

De repeticiones

En general me gusta vagar por las calles de las ciudades, callejones, avenidas, callejuelas, laberintos. En São Paulo me perdí una y mil veces, pero a fin de cuentas, siempre logré hallarme. La ciudad y sus calles comenzaron a repetirse en mi cabeza, en mi vida, como un ritmo pegajoso, como las canciones de la tropicália sesentera. Chico Buarque cantando eso de que todo dia ela faz tudo sempre igual.

Feira de Rua

Con el paso del tiempo compuse las notas de mis propios pasos, canté mis propias melodías por la ciudad. Siempre los mismos caminos, cada esquina aprendida de memoria, cada raíz de árbol levantando las palmetas de cemento en las veredas de la Rua Augusta, los lanchonetes y el olor a comida a cualquier hora del día. Ese árbol a dos cuadras de mi casa que floreció durante noviembre, y que me llamaba todos los días a dirigir mi camino al bus por esa calle, sólo para sentirlo, suave, fresco, brasileiro.

Las personas comenzaron a repetirse también. El vecino que me saludaba todos los días con una sonrisa y un pequeño baile, el vendedor que me regalaba rebanadas de melón para comer mientras paseaba y compraba víveres los días de feira de rua, entre pescados, xuxú pinchudo y mamão anaranjado. Colores, sabores, aromas. Sentía como la ciudad me besaba com a boca de hortelã. Cotidianidades que nunca eran iguales.

Fachadas redundantes. Ecos.

3

De despedidas

Según la creencia popular, vivir en una gran metrópolis te puede secar el corazón, convertirte en mujer y hombre hormiga, ensimismados en sus pequeñas labores, hipnotizados por el brillo de los cristales, los movimientos telúricos del metro, ecos de personas, de árboles secos, de autos y más autos.

                                                                     Última foto antes de partir, con el corazón en la mano.

Pero São Paulo -enorme como lo he descrito- me dio primavera: me enseñó a ser paciente, abrazar la soledad y vivir el silencio en el zumbido eterno de una ciudad que no duerme nunca.Cada paso caminado fue una lección aprendida. Cada tarde perdida en mi soledad, un día ganado, leyendo un libro en el parque, conociendo un nuevo café, haciendo un croquis en la calle.

Mi paraíso de concreto, te conocí con amor. Tú no eres como las grandes ciudades de las grandes películas: al final del día, siempre me deparaste una sorpresa, sin ecos y sin repeticiones vacías.

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Texto e imágenes: Tatiana Bravo Maulén

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Sobre la autora: Tatiana Bravo Maulén es Licenciada en Arquitectura de la Universidad de Chile. Actualmente trabaja como aprendiz en construcción en CultivArq spa. Estuvo en São Paulo el año 2016, donde estudió en la Faculdade de Arquitetura y la Escola de Comunicações e Artes de la Universidade de São Paulo.

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2 Comentarios. Dejar nuevo

  • Emocionante, me sentí en ese lugar con cada letra que leí, lo olí y palpé. Hermoso.

    Responder
  • Mariely Ximénez
    agosto 17, 2018 2:39 pm

    Increíble vivir eso, São Paulo era una metrópolis con vida, colores y sabores tu misma lo dijiste, en mi caso cambió la manera de ver todo… muito lindo o que você escreveu ?

    Responder

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