EL HEMICICLO AL OTRO LADO DEL RÍO
por Virginia Maiza | *Para Santiago Adicto – @santiagoadicto
Este 26 y 27 de mayo se celebrará una nueva edición del Día del Patrimonio y las visitas al centro histórico de Santiago serán sin duda las más concurridas. No obstante, más allá del área fundacional, Santiago tiene muchos rincones que valen la pena visitar. La propuesta es invitarlos a cruzar al otro lado del río, donde se encuentra la puerta a la Ciudad de los Muertos: la Plaza La Paz.
Primer monumento a las víctimas de la iglesia La Compañía, 1930
En la ciudad existen ciertos elementos urbanos que fueron diseñados intencionadamente para funcionar como espacios de encuentro y que contienen en su germen un carácter público. Un monumento comúnmente se levanta en lugares como estos, precisamente por ser espacios reconocibles y que han sido partícipes de tiempos pasados memorables, siendo utilizados como espacios de expresión religiosa, cívica, política y de festividad. La plaza La Paz, como remate de la avenida central del barrio La Chimba – el primer barrio periférico de la ciudad – se nos presenta como un espacio público único dentro de Santiago pero con un alto grado de deterioro y un potencial no explotado.
Es un lugar especial -relativamente desolado- dónde circulan pocas personas. Se siente el vacío. Sus ciento cincuenta metros de diámetro son, para cualquiera que visita el lugar, intimidantes. Cuesta en primera instancia comprender el lugar.
A comienzos del siglo XIX Chile vivía una explosión demográfica sin precedentes. Las iglesias capitalinas ya no daban abasto para enterrar a tal cantidad de personas y los cementerios improvisados iban quedando en medio de la ciudad. Así es como la construcción del Cementerio General, en 1821, hace frente a la necesidad de sepultar dignamente a los ciudadanos. Se levanta a los pies del Cerro Blanco, siendo esta una ubicación estratégica: un espacio alejado de la ciudad, principalmente por higiene y por la posibilidad de extraer piedras para el cementerio1.
En sus casi 200 años de existencia este sigue acumulando historias. Una de las más memorables es la “Persecución de los Muertos”. Años después de su construcción se decide abrir el cementerio a personas no creyentes, pudiendo ser enterradas en el llamado “Patio de los Disidentes”. El descontento a la población católica no se hizo esperar. El cementerio era un camposanto y los protestantes estaban siendo enterrados en el mismo lugar. La historia cuenta que por las noches, grupos de católicos iban al cementerio y exhumaban los cuerpos de los protestantes para que no profanaran las tierras sagradas 2. La presencia del robusto muro de ladrillos que todavía separa el Patio de los Disidentes dentro del cementerio llama profundamente la atención. Sus tres metros de espesor, dan cuenta de una separación física y simbólica que sólo pudo ser resuelta gracias a un proyecto urbano revitalizador.
El Plan de Trasformación de Santiago de 1872 impulsado por Benjamín Vicuña Mackenna, decretó la construcción de una plaza semicircular y la “Avenida del Cementerio” que conectaría la Catedral de Santiago con el Cementerio General. Una grandiosa calle con un destino final.
Se convirtió así en una avenida procesional, que más tarde pasó a llamarse Avenida La Paz, acorde a la apertura del cementerio a todo público. Desde entonces todos los cortejos fúnebres se realizan a través de una misma avenida, sin importar su religión, dándose fin al problema religioso3.
Las enormes palmeras que acompañan la avenida, marcan el paso. Ese paso lento, de los que vemos en los funerales. Es un rito, una procesión. Sin duda que, tiempo atrás, el golpeteo de las herraduras de los caballos llevando al difunto y las personas a pie acompañando su último viaje eran algo digno de una despedida.
Las imponentes columnatas que hoy podemos encontrar en la plaza y el antiguo tranvía que conectaba el cementerio con el centro de la ciudad se construyeron con posterioridad. Si bien, no existe un documento histórico que demuestre específicamente cuándo y quién construyó los portales de la plaza, su condición de monumento no pasa desapercibida frente a ninguno. Es solemne y majestuoso.
La sumatoria de sus enormes arcos de albañilería conforman un hemiciclo o semicírculo que se divide en dos tramos -uno oriente y otro poniente- para dar lugar a la avenida. Lo particular de esta vía es que el límite comunal pasa justo por el eje de ella y corta a la plaza en dos, dejando el tramo oriente de columnatas sobre Recoleta y el poniente sobre Independencia, lo que con el tiempo deja en evidencia el distinto estado de conservación de cada arcada.
La gran plaza/remate de la avenida acoge en su centro un monumento. Pero no es un monumento cualquiera. Se trata de una escultura hecha en conmemoración de las más de dos mil víctimas del Incendio en la Iglesia de la Compañía en 1863, que esperaban adentro del templo para celebrar la Fiesta de la Concepción. Esta verdadera catástrofe marcó la vida de todos los habitantes de la ciudad. Frente a la imposibilidad de identificarlos a todos, se decidió sepultarlos en una fosa común frente al cementerio y justo bajo del monumento. La figura representa una virgen que extiende sus brazos hacia el cielo clamando piedad y sus pies están rodeadas de abusivas llamas4. Desde la perspectiva del monumento, los brazos de los portales abrazan esta obra, dándole un carácter aún más sobrecogedor.
Las columnatas como hoy las conocemos, se construyen técnicamente para recibir a los funcionarios del cementerio y sus familias, quienes fueron desalojados luego del terremoto del 85’, debido a los graves daños estructurales en la construcción. Cada arco correspondía a una puerta y cada puerta a una casa, que en conjunto sumaban cuarenta y cinco. Desde el desalojo, se mantuvieron abandonadas y en mal estado. En 2010, el cementerio es declarado Monumento Histórico y sus columnatas Inmuebles de Conservación Histórica, pero su condición de deterioro es la misma desde la declaratoria hasta hoy.
Conocer este lugar es una experiencia desde un punto de vista histórico pero también sensorial, pues la expresión de lugar que ha sufrido el paso del tiempo y el abandono no está sólo en lo visible de su deterioro, sino que se percibe un aire de decadencia difícil de explicar.
Pese a esto la calidad urbana y simbólica de este espacio es indiscutible, no existe en nuestra ciudad otro lugar con sus características, este espacio sin duda nació con el germen del monumento. Además su flexibilidad ha permitido que las columnatas y su plaza hayan acogido a lo largo de la historia -y hasta hoy- una diversidad de situaciones. Sobre todo, ha sido un lugar de expresión cívica, religiosa, artística y multicultural que todavía se palpa ahí, siendo a todas luces una gran oportunidad para Santiago. Entonces se hace necesario potenciar de manera activa su uso cotidiano, ya que solo así el conjunto realmente se conservará en su originalidad y carácter, y de paso funcionará como un todo integrado con la ciudad. Un gesto merecido que podrá devolverle un poco de la riqueza y variedad de la que fue testigo muchos años atrás.
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Texto e imágenes actuales: Virginia Maiza
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Citas:
1 Solimano, I. (2007). Guía de Patrimonio y Cultura de la Chimba, Santiago, Ciudad Viva. P. 08-12.
2 Morales, E. (2012). Tesis Título Diseño, Necrópolis, Santiago, Universidad Católica de Chile.
3 Precht, Hernán. (1990). Cementerio General de Santiago, Santiago, Universidad Andrés Bello. P.10
4 Crónicas Urbatorium. (2009). Incendio Iglesia de la Compañía, Recuperado de: urbatorium.cl
6 Comentarios. Dejar nuevo
Siempre llamo min atención este lugar, muchas gracias por enseñarnos su historia.
Gracias por tus palabras Faby
Muy interesante, gracias Virginia por compartir la historia de este lugar tan particular y llamativo!!!
Gracias por tus palabras
Buenísimo articulo!
Gracias!