Luego de tomar un par de trenes bala, dos metro tren y un pausado ferry, es posible arribar a la recóndita Naoshima, o Isla Honesta. Una de las tres mil islas que colonizan el Mar Interior de Japón y que podría ser uno de los imprescindibles destinos turísticos del país para los amantes del arte y la arquitectura. Sin embargo, hoy es lugar aún discreto para aquel que lo visita. Por ahora.
Llegar a la isla implica internarse en un territorio desconocido y silencioso. Un lugar tranquilo, alejado de las multitudes de las grandes ciudades japonesas y que incluso, en ocasiones, puede parecer deshabitado. Dos poblados de arquitectura pulcra, limpia y de madera, conforman pequeñas localidades clásicas japonesas en una isla de no más de tres mil doscientas personas (lo cual es muy poco para Japón) y que se recorre a pie, en bicicleta o a través de buses dispuestos para la contemplación del paisaje y del arte.
Panorámica costera al suroeste de la isla
Lo que alguna vez fue un pueblo pesquero, que dormía sus tardes al compás de la suave brisa marina que sube por las colinas y dibuja sus laderas; hoy despierta y emerge como escenario de múltiples obras de arte y arquitectura, enmarcadas en un medio tan poco habitual como privilegiado. Algo que debiera ser un hecho común, vincular paisaje, arte y arquitectura, se convierte en bien escaso y esporádico, pero que aquí se da con virtud. Una ruta escenográfica perfecta para abrir los sentidos, con el arte y la naturaleza como ejes.
Las obras se disponen en relación con el territorio, respondiendo a las leyes de la luz, las pendientes, los vacíos y la perspectiva. Todo en un conjunto armónico y meticulosamente ejecutado, sin lugar a improvisaciones, prueba de la bien ganada fama de los japoneses sobre su perfeccionismo a toda prueba.
‘El astillero trabaja’, escultura de Shinro Ohtake
Naoshima nos ofrece la apreciación de diversas muestras de arte bajo cuatro alternativas: una en el exterior, por medio de obras expuestas al aire libre y en el paisaje circundante; otras dos al interior, a través de cuatro museos en dónde se exponen diversas obras enmarcadas en notables espacios diseñados únicamente para ellas; y la última, a través de galerías-casa inmersas en los poblados de la isla.
Aquí, arte y cotidianidad desdibujan sus límites: ¿qué es arte y qué es objeto común?
‘Calabaza’, obra de Yayoi Kusama
Algunas esculturas dispuestas en el territorio emergen de tal forma que parecen fundirse con el paisaje y hacerse parte de él. Otras están instaladas con sigilo, como si pretendieran pasar desapercibidas, sólo apareciendo de sorpresa para el afortunado que las descubre o las encuentra.
Otras más, proponen una escala mayor y contrastante, imponiéndose al paisaje desde su magnitud, con la ambición de resaltar sobre la isla que, en este caso, solo cumple la función de ser su escenario o soporte silencioso. Entre éstas últimas se encuentra la más célebre de todas, tal vez la imagen más reconocible de la isla: las calabazas de la connotada artista japonesa Yayoi Kusama.
Centro Comunitario, obra de Hiroshi Sambuichi
Por otro lado están los museos. Obras de arte en sí mismas que crean un recorrido para el visitante basado en piezas y espacios de diversas dimensiones, espacialidades y formas geométricas, jugando con la luz y la materialidad, abriéndose a la panorámica de paisaje de costa que se ofrece desde ellos.
Una serie de increíbles edificios de osada morfología y ángulos imposibles, cambian la escala de la propuesta y abren un nuevo camino a la observación; esta vez, desde el lenguaje de la arquitectura, el espacio y el movimiento.
‘Benesse House’, obra de Tadao Ando
El objeto arquitectura es entonces el mediador entre hombre y paisaje, situándose en el medio de ambos como un punto de referencia, a la vez que soporte o umbral para sentir que se accede en el territorio, tanto en lo visual como en lo físico. La arquitectura es, entonces, parte de una red que alimenta la idea de que se visita un complejo mayor, un sistema en que todas las piezas, independiente de su escala, participan con igual relevancia.
Las cuatro obras fueron diseñadas por el genial arquitecto japonés Tadao Ando y, en su mayoría, están bajo el nivel de la tierra, subterráneas, para provocar el efecto de la inadvertencia, un elemento más del panorama costero. Una arquitectura pura, simple y elegante que acoge obras de algunos grandes del arte; nombres universales como el francés Claude Monet, los estadounidenses Walter de Maria y James Turrell, y el coreano Lee Ufan, entre otros.
‘Benesse House’, obra de Tadao Ando
Por último, se encuentran casas que albergan proyectos de arte de carácter más independiente. En ellas, galerías o pequeños museos remodelados a partir de antiguas casas tradicionales japonesas, se desarrolla una nueva forma de exposición para el arte contemporáneo, consagrada a renovar y repensar el rol de los museos como únicos conservadores del quehacer. El recorrido de ellas azaroso, y se realizan en períodos cortos de no más de 15 minutos y con instrucciones específicas de acuerdo al tipo de obra que se aprecia. Todo para no perderse detalle.
Se reconoce a cada paso la voluntad de un diálogo amplio con el medio, que excede a la propia física del cuerpo, la arquitectura o la escultura. Aquí participan también el aire, el agua, las vistas, los descansos, los materiales, la contemplación, el silencio.
Plataforma al sur de Naoshima, obra de Tadao Ando
Los japoneses despliegan aquí, en una isla de geografía real pero de simbolismo utópico, una invitación a activar los sentidos del espectador, dejarse sorprender por un nuevo concepto de exhibición, con el territorio como museo y el paisaje como marco, en una concepción vanguardista e integradora entre vida, naturaleza y arte; y donde también caben conceptos como la meditación y la reflexión. Todo, en contacto con el mundo. Lo local y lo global en una linea común.
Naoshima se despierta silenciosa y sigilosa, sin hacer mucho ruido… y, aun así, conmueve.
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Texto e imágenes: Carolina Briones
4 Comentarios. Dejar nuevo
Buenisima columna, increibles las fotos
Buenísimo artículo, qué interesante leer sobre lugares que van más allá del turismo común y que tienen tanto que mostrar. Felicitaciones
Excelente en todo sentido….., De esos artículos que por su lenguaje atrapa y cada cierto tiempo se vuelven a leer. Las fotos muy buenas, sin embargo lo excepcional es el escrito que transporta al ambiente de limpieza, silencio y reposo….., algo casi imposible de encontrar hoy por hoy, y me refiero a una redacción de tan alto nivel, que envuelve, atrapa y estimula el deseo de visitar los lugares descritos…. Gracias una vez más,…… Cada cierto tiempo lo releo!
María Elena, muchas gracias por tus palabras.
Es una felicidad descubrir que nuestras palabras conectan con las sensaciones de los lectores y logran transportar de algún u otro modo.
Saludos!