Discos Perfectos | Oceans Songs – Dirty Three

Oceans Songs – Dirty Three (1998)

 

Una percusión constante que guía, una guitarra a veces tímida y un violín chirriante. Solo tres instrumentos para la creación de un voluptuoso y particular sonido. Como el surgimiento de una ola, suave, que no avisa que viene, el sonido se acomoda de a poco, para irrumpir y hacer que pase lo que tiene que pasar: un estruendoso rompimiento, que hace sentir que el corazón se sale del pecho para después forzosamente descansar, en paz, entre las rocas de la playa.

Ocean Songs es uno de los primeros discos de Dirty three, una banda australiana que por su variedad de influencias parece complejo definirlos en una sola, pero al momento de escucharlos se entiende que, de esto, hicieron un género propio. Publicado en 1998, desde su lanzamiento, descolocó a quienes se toparon con él. Música sin voces, tres instrumentos base y una especie de catarsis en cada segundo de los 10 temas que lo conforman. Una impronta experimental y valiente que trasunta a cuando tocan en vivo. Un Warren Ellis con una barba extensa, siempre de traje y una mirada que dice que la cosa va en serio, que cuando se habla de música y amor no hay chiste que se permita. Una puesta en escena cuidada pero como si se perdiese en el mismo océano que crea junto a sus compañeros, con el ultimo guitarreo de Mick Turner o la última percusión de Jim White, hasta el mismo Ellis y su público se pierdan en las olas que abruman a cada oyente. No hay tregua.

Dentro de este imaginario, desde ‘Sirena’ –imagen de portada, diseñada por el guitarrista Mick Turner– hasta ‘Ends of the Earth’, con una hora y seis minutos de un sumergirse en una experiencia muy bien hilada. Una en la que recopilan sus experiencias pasadas con sus discos anteriores, como el homónimo de 1993 hasta ‘Horse Stories’ de 1996. Lo experiencial no solo queda al momento de escuchar su música, sino que también lo utilizan como recuerdo para su devenir discográfico y forma de vivir la vida. Su música y la manera en que enfrentan sus propias historias no se pueden apartar. Pero es inevitable pensar en el salto al vacío con este disco, un salto de amor que podría traer consecuencias. Y así lo hizo.

Contraportada del álbum

Ocurre una vez que los convocan a una entrevista en un edificio de un arquitecto no menos provocador, Jørn Utzon, y su Sydney Opera House. Warren Ellis dice: “una de las cosas más importantes de Dirty three, supongo que era que, en cierto modo, intentaba que me gustara el lado bueno y el malo del amor y el amor es un concepto radical. Con corazones rotos y algo así… Recuerdo que la primera vez que hablé en el escenario, estaba describiendo mi día, y la gente simplemente se rio. Dije la verdad”.

Y la verdad es esa, sin medias tintas, despojada de prejuicios para hacer sangre de tus venas la música que suena en orden a develar esa verdad. Espuma de tus olas que el disco hace golpear de distinta manera y en distinta frecuencia. Es una inmersión en un mar que no te suelta, te busca, te busca, y cierras los ojos e imaginas lo que te quieras imaginar entremedio de ese océano sonoro, e inevitablemente y sin voces mediante, aparece esa lírica propia que uno se inventa.

Es la sinergia entre el trio lo que evoca esa sensación, aunque suene pretencioso. Lo calmo que puede estar para luego saltar de manera orgánica a una sensación de desborde, como si se tocase ese océano voluptuoso y denso, lluvioso y estridente, un océano con agua inventada o simplemente una que sí existe y fluye y hasta hacer de quien toca y quien escucha una sola cosa. Un solo mar.

Warren Ellis

Hoy es difícil entender que tales emociones creadas surjan solo por amor a la música, una que nace sin intención de crear sonidos limpios ni armónicos, sino que expresar lo que hay en las profundidades, para que en el recorrido comience a aparecer retazos de luz, recuerdos que te miran de soslayo. Es un imaginario que se arma luego de esa hora y seis minutos de disponerse a escuchar y pensar, descubres que eres tú quien armó un relato como una balsa y que la música solo fue el mar que la hizo flotar.

Es lo que el trio probablemente quiso hacer con esta obra, sus pulsiones más íntimas traducidas en un sonido propio que se traslada a quien lo oye.

Como dice el título de la última canción “Ends of the earth”, poco a poco el sonido se va terminando. El violín mantiene notas que disminuyen su intensidad y aparece el piano de David Grubss como apagándose, dando cabida ahora al espacio del silencio para que aparezcan nuevos océanos y nuevas líricas imaginarias, otra vez sin bordes.

 

_

Texto: Agustín Pimentel

Category: Música
Entrada anterior
Expo ‘La ciudad y el territorio’ de Agustín Pimentel

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

Menú