Más allá del último horizonte
Se verá lo que hay que ver
Por eso hay que cuidar el ojo precioso regalo del
Cerebro
Vicente Huidobro (Canto IV Altazor)
El ojo es el órgano que subyace desde nuestro cerebro, traduciéndonos el mundo a través de sus vibraciones electromagnéticas. Las pupilas ávidas de trementina de Adolfo Couve, pintor y escritor nacional, nos cifraron a un Cartagena a 110 km de Santiago.
El mundo ingresó por sus ojos, por sus manos, por sus pies y por cada entraña y cada víscera de sus venas carmines. Entre conjeturas de caminos de ripio y objetos corroídos por la sal, Couve vivió sus últimos años en aquel balneario venido a menos, inundado por fantasmas, seres y cosas que pulularon silentes entre los vericuetos agrestes. Con pinturas de paisajes marítimos casi abstractos, casi fugaces, sin embargo, profundamente certeros describió la esencia de aquel místico lugar.
Transeúnte entre los transeúntes… Un pintor lárico si pensamos en Jorge Teillier y su poesía, aquella que rememora los tiempos perdidos, el entorno, el LAR.
Adolfo Couve
Sin embargo, un errante 11 de marzo de 1998, desvanecido e ingrávido hiló su materia al aire, trazando un límite infranqueable entre el silencio y la pintura.
Pero, ¡Que lección de pintura! o ¿Una tragedia del arte?
Sin duda, una de las más eclécticas y brillantes visiones pictóricas que ha podido presenciar la historia de la pintura local. Hoy sus ojos descansan en aquellos trémulos oleajes de Cartagena, mientras nosotros nos hallamos sumergidos en un mundo velado, entonces me pregunto:
¿Dónde estarán los esclavos de la pupila?
Pintores ¡Engullan su mirada al horizonte! Y hagan fluir aquel torrente de sangre substancial o ¿Acaso están sumergidos en sus vidrieras de tecnología?
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Texto: Loretta Cáceres Zegarra