A la memoria de Henry Meiggs y el invernadero de la Quinta Normal

 

A la memoria de Henry Meiggs y el invernadero de la Quinta Normal

*Para Santiago Adicto – @santiagoadicto 

Estamos en una de esas épocas del año en que todo el mundo anda apurado. Que el amigo secreto, que la navidad familiar, que la comida de año nuevo, que dónde vemos los fuegos artificiales. Para qué decir de las compras. Que todavía no compro, que es muy caro, que es muy barato, que no se dónde ir a comprar.

¿Por qué no vas a Meiggs?, pregunté yo.

Diciembre, junto con Marzo, Septiembre y Octubre son meses importantes para el Barrio Meiggs. Más de tres mil locales comerciales dan vida a este barrio de nuestra ciudad y durante los últimos años se ha posicionado como uno de los lugares importantes de compras para los santiaguinos, especialmente en fechas como estas.

Pero no quiero hacer el hincapié en las compras. Quiero que hablemos de Meiggs. De don Henry Meiggs. Porque es bueno parar un momento en el ajetreo diario y entender un poco más la ciudad en que vivimos, saber de su historia, de su gente. Porque al final, la ciudad la hacemos nosotros, las personas.

Pintura de Ernesto Molina, 1900 / Retrato de Henry Meiggs autografiado por Antonio Varas

Henry Meiggs llegó a Chile desde Estados Unidos en 1854 como ingeniero ferroviario. Se radicó en Talcahuano y con el paso de los años, su buen trabajo lo hizo adjudicarse en 1861 la construcción del ferrocarril Santiago-Valparaíso-Quillota. Se convirtió así, en el principal constructor de líneas férreas del país. “Una anécdota da cuenta de la eficiencia del norteamericano; le propuso al gobierno que los trabajos se terminarían en el plazo establecido y, si esto se cumplía, el Estado debía pagarle una bonificación. En caso contrario, por cada mes que el constructor se retrasara, él pagaría una multa. En julio de 1863 Henry Meiggs subió a la locomotora que, por primera vez, recorrió el trayecto completo entre Valparaíso y Santiago; había cumplido con su palabra. El día de la ceremonia oficial fue visto sacando las cuentas de su triunfo en el puño de su camisa”(1).

Fue así, gracias a un destacado y perseverante trabajo desarrollando los ferrocarriles en Chile, que Henry Meiggs hizo su fortuna en el país. En 1864 inició la construcción de su casa en Santiago a cargo del arquitecto Jesse Wetmore. La famosa Quinta Meiggs se ubicaba en La Alameda, entre Av. República y Av. España, lo que es el actual conjunto Virginia Opazo (conoce más aquí). “Su propietario construyó una magnífica casa que rompió con todos los esquemas de la arquitectura tradicional de la época. Se emplazó aislada en medio de un parque; se apartó del estilo neoclásico francés en boga y utilizó materiales poco comunes como ladrillo y madera, a diferencia del adobe o tabiquería de adobe que se usaba habitualmente” (2).

Quinta Meiggs | Memoria Chilena

No tan solo la casa impresionaba a la sociedad chilena del siglo XIX. Las famosas fiestas que el Sr. Meiggs hacía en su Quinta eran destacadas incluso por Benjamín Vicuña Mackenna (conoce más aquí), gran amigo de Meiggs. «…El baile de Mr. Meiggs era la fiesta más bella de vuestra vida, y ese hombre tan modesto, tan popular, tan digno de ser amado, era acreedor a una corona en la que cada uno de sus integrantes debía contribuir con una guirnalda a la corona de la gratitud social»(3).

En este espíritu, de grandiosidad y magnificencia, don Henry Meiggs encargó a Francia un precioso invernadero de acero forjado y cristal que instalaría en los alrededores de la casa. Con un poco de imaginación, podemos visualizar el invernadero albergando en su interior una exquisita selección de las plantas más exóticas que existían en la época y siendo testigo de las más refinadas reuniones sociales de la aristocracia santiaguina de mediados del siglo XIX.

Sorprendentemente, todavía tenemos la oportunidad de ver este pequeño “Palacio de Cristal”. Si, todavía existe -y aunque esté a medio morir saltando- lo podemos encontrar en el parque público más antiguo de Chile: nuestro querido Parque Quinta Normal.

Probablemente es el único vestigio físico que queda de la célebre Quinta Meiggs. Su traslado al parque Quinta Normal se produce en el año 1890, varios años después de la muerte de Henry Meiggs en Perú. Ese año se le ofrece la posibilidad al gobierno de José Manuel Balmaceda de comprar el invernadero. A lo que Federico Philippi, director del Jardín Botánico en ese tiempo comenta: “Si el Supremo Gobierno adquiriera el citado conservatorio, quedaría el Jardín puesto sobre un pié como corresponde á un país adelantado como Chile, que además el único en la América austral, que tiene un jardín botánico que merece llamarse así […] No necesitaré decir á VS. que este conservatorio también será un ornamento i un atractivo más para la Quinta Normal” (4).

Funcionó como conservatorio de plantas exóticas -para abastecer de especies al resto de los parques de Santiago- hasta el año 1922. Las visitas más ilustres del país llegaban hasta su ubicación actual en el parque, para admirar las miles de especies de distintas partes del mundo que ahí crecían. Árboles tan atractivos como el Pistacho, el Tamarindo, el Jengibre, el Alcanforero, orquídeas tropicales, suculentas, cactáceas y tantas otras especies. Era sin lugar a duda, un símbolo de orgullo para Santiago y por supuesto, para Chile.

Desde entonces, que el invernadero está en abandono, salvo por algunas iniciativas aisladas que han tratado -infructuosamente- de recuperarlo. Cuesta creer hoy en día, que en esa maravillosa estructura de acero forjado y vidrios opacos blancos como muestra el cuadro de Ernesto Molina de 1900, existió alguna vez una muestra tan espectacular de flora nativa y extranjera de la cuál todos se sentían orgullosos.

Así como el invernadero es probablemente el último recuerdo físico de la Quinta Meiggs, en él queda una última planta, una gran buganvilia que sube por un costado del cuerpo central del invernadero, que probablemente sea el último recuerdo que se tenga de su época gloriosa.

Tal vez si supiéramos un poco más de la historia de las cosas que nos rodean, las cuidaríamos como corresponde. De su lenta agonía, todos somos parte.

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Citas:

(1) Memoria Chilena.

(2) A. Rodríguez-Cano, A. Irarrázaval, S. Rodríguez-Cano, F. García Huidobro. La Belle Epoque de Santiago Sur Poniente 1865-1925.

(3) Vicuña Mackenna, Benjamín. En: A. Rodríguez-Cano, A. Irarrázaval, S. Rodríguez-Cano, F. García Huidobro. La Belle Epoque de Santiago Sur Poniente 1865-1925.

(4) Carta de Federico Philippi al ministro de Justicia e Instrucción Pública. Santiago, 7 de abril de 1890.

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Texto: Nils Timmermann | Imágenes: Nils Timmermann + Colección Fotográfica Digital Museo Histórico Nacional + Archivo Fotográfico Biblioteca Nacional

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